Conducta de un gato by José Miguel Varas

Conducta de un gato by José Miguel Varas

autor:José Miguel Varas
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Cuento
editor: LOM Ediciones
publicado: 2007-10-15T00:00:00+00:00


La gente primero está callada, pero luego empieza el rumor, los comentarios, hay que hacer algo, hay que sacar a ese gato de ahí, traigan una escala, hay que llamar a los carabineros, a los bomberos, hasta qué hora va a poder aguantar ahí ese gato, etc. Los autos paran un buen rato, después siguen, pero se va produciendo un taco de proporciones, por suerte es una calle tranquila, es muy raro que los autos corran mucho, si no, aquí pudo haber una desgracia; a ratos las bocinas arman una cacofonía que deja sordo, pero siempre se escuchan los lamentos del Sutil. Los mirones ya ocupan más de la mitad de la calzada y siguen aumentando. Algunos automovilistas o choferes de camionetas de reparto estacionan en la calle lateral y vuelven a pie para agregarse al público.

Lo curioso es que todos dicen que hay que llamar a los bomberos, pero nadie los llama, tal vez no está la María Morales con su autoridad. Los que llegan son los carabineros, ¡a ver a ver, qué pasa aquí, circular! Se quedan con la boca abierta cuando les explican y ven al gato encaramado en el borde de la ventanilla. El cabo reacciona por fin y pregunta quién vive en esa casa, a ver si se puede subir y sacar al gato por ahí.

Hace mucho que no vive nadie, desde que murió Misiá Catita, dice una de las viejas más sabidas, un tiempo se metieron unos jóvenes por una ventana y dormían ahí, aunque es lo que menos hacían, drogadictos, curados, de mal vivir, metían bulla toda la noche, la gente reclamó y llamaron a los carabineros de la comisaría de Miguel Claro, pero cuando llegaron ya se habían ido. Entonces la Junta de Vecinos pidió a la Municipalidad que se aseguraran bien las puertas y ventanas para que nadie pudiera ir a meterse hasta que no aparecieran los dueños, que sería el hijo de Misiá Catita o algún pariente, pero hasta ahora nadie. Y ahora la casa está tapiada por todos lados con tremendas tablas bien claveteadas.

El cabo se saca la gorra para rascarse la cabeza y después tiene la idea luminosa: se comunica por radio con el cuartel y da cuenta de lo que pasa. De allá le dicen que hay que llamar a los bomberos. Obvio. Pero el cabo no quiere llamar directamente, porque capaz que no quieran venir, tienen malaza voluntad con nosotros, mejor que llame de acá algún vecino.



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